Ya se fueron los últimos días de
agosto, con una tiritera de recuerdos de calor y luna llena. Supongo
que las huellas de la primera semana de septiembre serán algo plomizas...
El
verano está a punto de llegar a su fin; y ya cada mañana entra por la ventana
de mi cuarto una fría y fina brisa que me despierta erizándome la piel. Es
una sensación agradable, de hecho mentiría si dijera que no me gusta… pero al
mismo tiempo me pone nostálgica sentir cómo el verano se escapa poco a poco
entre los dedos de mis manos.
Nunca me gustó septiembre, es
cierto. Pero esta vez no viene con las
manos vacías, sino que trae consigo una mochila llena de ilusiones y de momentos
maravillosos. PARÍS. ÉL.
No podría pedir más.

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