Desnúdate,
deshazte de todo; hasta de tu piel… ¿De
qué tienes miedo? ¿Por qué tanto desconcierto? ¿Dónde están esos diablos que te
acorralan, que te intimidan…, para que constantemente estés huyendo? ¿Qué es lo
que te está desgastando el corazón?
Recapacita. Después… si quieres, protégete otra
vez con la fría piel tras la que te ocultas. Escóndete como siempre. Como si no estuviera
pasando nada.